Soy dibujante con formación de arquitecto y un especial interés por el dibujo como acción. Nací en Argentina, crecí en México y desde hace 20 años vivo en Barcelona. Soy padre de dos niñas que crecen y sorprenden.

Dibujando por ahí, suele aparecer la frase: “Yo no sé dibujar”. Creo que todos sabemos dibujar porque todos supimos dibujar. La clave está en reconocer el momento y las causas de porqué dejamos de dibujar y revertir ese proceso. Cuando aprendemos a escribir, dibujamos letras que deben leerse bien y se convierten en “dibujos que funcionan”. Esa reducción expresiva del dibujo se traslada después a la forma en la que copiamos otros dibujos como símbolos. Por ejemplo, dibujamos bien un castillo cuando copiamos el ícono de un castillo y no las mil formas que podría haber para dibujar un castillo. Ya no dibujamos lo que observamos sino que dibujamos, copiando símbolos y pensando en lo que se sabrá reconocer. Según ese camino, quien copia bien los símbolos dibuja bien. Pero el valor expresivo del dibujo es anterior y diferente del de la escritura/lectura de símbolos. Recuperar el acto de dibujar es muchas veces recuperar algo esencial de uno mismo.